Un coeficiente de 106 grados, una excelente actividad y la ausencia de viento aumentaban mi ilusión de poder repetir con algunas de mis capturas de meses atrás, así que me pongo manos a la obra y en breve estoy encima del kayak dirección a un pesquero conocido. El único punto en contra es que la marea está vaciando, así que el riesgo de no capturar es alto. Por el camino monto una línea de curricán con el sueño de oír su chirrido, pero esta vez no hay suerte.
Estoy en la zona intentando fondear. La primera vez es fallida ya que me alejo demasiado de la zona, un segundo intento me deja cerca del punto marcado y rápidamente me dispongo a anzuelar la carnada. Plomo a fondo y a esperar alguna picada. Cada vez que elevo la carnada veo que está entera, me parece sorprendente ya que el fondo es de piedra y es extraño que no piquen ni siquiera las chopas. Suelto cabo de la boya rápida, desplazándome unos 15 metros para tocar otro punto de la piedra pero nada de nada. Después de una hora y media sin ninguna picada me cambio a otro punto para probar suerte pero pasada media hora abandono la sesión de fondeo y me dirijo a tierra con dos líneas de curri que tampoco me dieron ninguna sorpresa.
Pero de camino, cerca del Castillo de Sancti Petri, dejo de palear, observo, soy privilegiado, tengo el mar a mi disposición, miro a mi alrededor, el agua, las rocas, la puesta de sol, las gaviotas suenan, los cormoranes abren sus alas para secar sus plumas, la tranquilidad me traspasa, ¿Triunfo? Sí compañeros, esto es un triunfo.